Por: Criminólogo, Gerardo Karim Hernández.
La semana pasada, Puerto Vallarta fue testigo de un evento que debería hacernos reflexionar a todos. Participé en una marcha para exigir justicia por el asesinato de la activista Irma Fregoso, un crimen que ha sacudido a nuestra comunidad. La marcha, integrada en su mayoría por mujeres, fue un acto de valentía y solidaridad. Los pocos hombres que nos unimos lo hicimos con respeto, conscientes de la gravedad de la situación.
Sin embargo, lo que debería haber sido un acto de unidad y apoyo se vio empañado por la actitud de muchos hombres que, desde la acera o al pasar en sus vehículos, observaban con burla y desprecio. Durante el recorrido, no pude evitar notar las risas, los comentarios ofensivos y las miradas despectivas dirigidas hacia nosotros, los manifestantes.
Este comportamiento no solo es un reflejo de la falta de empatía y respeto hacia las víctimas de violencia de género, sino que también es un síntoma alarmante de un problema más profundo: la normalización de la violencia y el machismo en nuestra sociedad.
En Puerto Vallarta, como en muchas otras partes de México, el feminicidio se ha convertido en una tragedia diaria. Las mujeres son asesinadas, muchas veces, por el simple hecho de ser mujeres. Y, aunque es crucial que se haga justicia y se castiguen estos crímenes con la severidad que merecen, también es imperativo que abordemos las raíces del problema, desde esa raíz que muy poco se voltea a ver y que es necesaria, la tan indispensable prevención. Aquí es donde el papel del Estado y las instituciones se vuelve esencial.
No basta con encarcelar a los agresores. Es fundamental que se implementen programas de tratamiento de salud mental para aquellos que ejercen violencia. La cárcel, por sí sola, no resuelve los problemas subyacentes de agresividad y machismo que llevan a estos actos atroces. Necesitamos un enfoque integral que incluya terapia psicológica, educación en igualdad de género y programas de rehabilitación.
Además, este enfoque no debe limitarse solo a los hombres. Toda persona que ejerza violencia, independientemente de su género, debe tener acceso a recursos de salud mental y apoyo psicológico. Solo así podremos empezar a desmantelar la cultura de violencia que ha permeado nuestra sociedad.
Es urgente que en Puerto Vallarta se establezcan instituciones especializadas dedicadas a atender mentalmente a los agresores (que en su mayoría son hombres). No existe un centro de atención al hombre agresor, la reinserción a la sociedad no debería ser solamente la privación de la libertad, sino acabar con el problema de raíz, de las vivencias que con llevaron a ese individuo a generar la violencia.
No solo ayudaría a prevenir futuros actos de violencia, sino que también contribuiría a crear una sociedad más empática y justa.
La marcha por Irma Fregoso no debe quedar en un simple acto simbólico. Debe ser un llamado a la acción, a la implementación de políticas efectivas y a la transformación de nuestra sociedad.
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